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El humor en Julio Cortázar

«Pero seamos serios y observemos que el humor, desterrado de nuestras letras contemporáneas (Macedonio, el primer Borges, el primer Conrado Nalé Roxlo, César Bruto, Marechal a ratos, on outsiders escandalosos en nuestro hipódromo literario), representa mal que les pese a los tortugones una constante del espíritu argentino en todos los registros culturales o temperamentales que van de la afilada tradición de Mansilla, Wilde, Cambaceres y Payró hasta el humor sublime del reo porteño que en la plataforma del tranvía 85 más que completo, mandado a callar en sus protestas por el guarda masificado, le contesta: ‘¿Y qué querés? ¿Qué muera en silencio?’». «A los humoristas les pegan de entrada la etiqueta para distinguirlos higiénicamente de los escritores serios. Cuando mis cronopios hicieron algunas de las suyas en Corrientes y Esmeralda, huna heminente hintelectual hexclamó: “¡Qué lastima, pensar que era un escritor tan serio! Solo se acepta el humor en su estricta jaulita, y ojo con trinar mientras suena la sinfónica porque lo dejamos sin alpiste para que aprenda». 

Cortázar, Julio. «De la seriedad en los velorios», en La vuelta al día en ochenta mundos. México, Siglo XXI, 1968. 

 

No todos los escritores nombrados en el fragmento fueron humoristas. En el fragmento leído Cortázar utiliza como recurso humorístico la falta de ortografía, incluída dentro de un lenguaje que yo caracterizaría como intelectual. Habla de el humor en la vida cotidiana del Argentino, y dice que es algo muy frecuente en ella.

 

Respecto a los fragmentos, creo que es complicado entender el humor en ellos, hay que tener la mente muy abierta y el autor debe ser muy preciso.

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